miércoles, 24 de septiembre de 2014

RUTA POR UNA CARRETERA OLVIDADA.

Revisando un viejo álbum de fotos, de aquellos tiempos en los que revelábamos los carretes de 12-24 o 36 en la tienda del barrio con la incógnita de saber cuantas de esas fotos saldrían suficientemente bien para formar parte de nuestros recuerdos, reviví mis comienzos moteros con aquella primera moto "grande", una Suzuki GS500.

Por aquel entonces, mis recuerdos se centran en recorrer una y otra vez la conocida carretera que une Guadalajara y Sacedón. Siempre que tenía un día libre me recorría esa carretera intentando en cada curva tumbar un poco más, frenar un poco más tarde, acelerar un poco antes.....en fin, esas cosas que se hacen cuando eres joven y llevas pocos kilómetros en moto.

Por suerte soy un poco aventurero y me gusta descubrir nuevas carreteras, con el tiempo fui ampliando territorios y conociendo nuevos lugares donde seguir disfrutando de mi afición a la moto.

He seguido visitando Sacedón pero la carretera que llega hasta allí no es la misma que recorría en mis comienzos, esa carretera que se señalizaba con los desaparecidos hitos kilométricos modelo "picapiedra".


Me he propuesto volver a recorrer esa carretera olvidada que ha quedado después de que el Ministerio de Fomento fijara su atención en eliminar el máximo de curvas posibles en nuestros trazados favoritos.

Empiezo en Guadalajara, pero esta vez no pasaré de largo como en los otros cientos de veces que he pasado a su lado. Hoy voy a entrar dentro de la ciudad y ver dos monumentos típicos:

Los restos ruinosos del Alcazar Real del s.IX que protegía la ciudad y vigilaba el valle del río Henares.


Y el Palacio de los Duques del Infantado, de estilo gótico construido a finales del s.XV


Para meter la moto hasta ahí tuve que pedirle permiso a un Policía Local que estaba allí de servicio, por suerte no me puso ningún problema para subir la moto a la zona peatonal y hacer la foto.

Sigo mi ruta hasta el punto donde llega una de las bifurcaciones entre el tramo antiguo y el moderno, me desvío para entrar en el pueblo de Tendilla.


Tendilla es conocido entre otras cosas por los soportales que recorren toda la calle Mayor


Aquí se celebraba desde el s.XIV una feria en el mes de febrero donde se vendía y compraba desde ganado, lana, telas, artesanía, etc.
Para evitar los rigores de esas fechas se aprovechaban los soportales para resguardarse del frío y el agua.


Hoy sigue conservando detalles propios del ambiente rural por el que no pasa el tiempo.


Dejo atrás este pueblo por el que pasó C.J. Cela en su viaje a la Alcarria, para empezar a recordar aquellas primeras curvas donde practicaba con mi suzuki.


Es una subida plagada de curvas ratoneras con el inconveniente de que la calzada está llena de hilos de brea que han utilizado para tapar las grietas del asfalto. Con esta invasión de gusanos repartidos por la trazada ideal hacen que las ruedas deslicen al pasar por encima.


El caso es que la subida es divertida y las ruedas ya han cogido temperatura para los próximos tramos.

También me encuentro monumentos de dudoso gusto cuyo significado queda a la imaginación del observador.


En poco tiempo llego a otra bifurcación entre el trazado antiguo y el actual, aquí han construido una Finca de grandes dimensiones, se llama "Cantinuevo".


Comparten espacio la cría de caballos árabes con una ganadería de toros bravos.


Antes de tener que salir al ruedo a torear uno de estos "morlacos" doy media vuelta con la Paneuro y sigo mi camino pasando junto a pueblos como Auñon o Alhondiga, ambos con escasos habitantes.

La carretera sigue siendo como la recordaba


Gracias a que el "trazado nuevo" es más recto, los conductores habituales no pasan por aquí.


Dicen que "no hay mal que por bien no venga" y en este caso se cumple, menos tráfico más disfrute.


Otro testigo mudo de los años que han pasado por estas carreteras.


Antes de llegar a Sacedón cojo otro desvío.


La carretera, a base de pico y pala cruza por mitad de la montaña.


Llego hasta la base del Pantano de Entrepeñas.


Vuelvo sobre mis pasos y cruzo este puente con aire medieval


El río Tajo sigue su cauce bajo nosotros.


Continúo por una carretera que va perdiendo su categoría para convertirse en camino


Protegido con el casco voy con más seguridad, no solo por temor a una caída sino por lo que pueda caer del techo.


La última parte de la ruta llega hasta un mirador desde donde tengo las mejores vistas de ambos lados del camino.



Y finalmente llego a la Plaza Mayor de Sacedón y, como hace muchos años, paro la moto frente a su puerta y me pido un pincho de tortilla y una coca-cola para terminar esta ruta.


Hasta pronto.