martes, 17 de marzo de 2015

RUTA PARA DESPEDIRNOS DEL INVIERNO.

Esta vez hemos madrugado un poco para aprovechar el día tan bueno que tenemos por delante.

Hoy parece que todos los coches de la ciudad han quedado a la misma hora para salir a la carretera y he tenido que hacer equilibrios entre una fila interminable de coches atascados hasta llegar donde había quedado con Pablo.


Nuestros estómagos tienen vida propia porque todavía estamos en ayunas así que nos vamos directamente a uno de mis sitios preferidos para empezar una mañana motera.


La terraza de la cafetería ya está preparada pero todavía estamos en invierno y el sol a esta hora no calienta mucho así que nos ponemos a cubierto para pedir nuestros desayunos.

Yo seguí fiel a la tostada con tomate y Pablo se pidió unas porras que parecían "la soga del ahorcado" cortada en tres partes.


Cuando nos levantamos de la mesa solo quedaron unas migas en los platos, recuerdo de nuestro paso por allí..

Antes de arrancar y ponernos en marcha conocimos al Sr. Angel, un jubilado de 71 años muy simpático.


Además de hacer muchos kilómetros en bici también es motero, tiene su propia moto y una vida llena de anécdotas que si no le frenamos a tiempo aun nos las estaría contando.


Empezamos a calentar motores haciendo una visita a los áticos prehistóricos del Risco de las Cuevas.


Seguimos por la Ruta de las Vegas en dirección a Guadalajara pero tomando una variante para disfrutar aun mas de la carretera.


En este "tramo secreto", viendo la tumbada que se marca Pablo, se nota que nos lo pasamos muy bien.


Y con la ventaja de no encontrarnos ni un solo coche que nos cortara el ritmo en todo el camino.


Para imaginar el trazado de la carretera solo hay que pensar en una cuerda dentro de un saco.


Pablo estaba empeñado en no salir en las fotos y me lo puso difícil.


También disfrutamos del paisaje, en un constante sube y baja de la carretera, entre montes cubiertos de encinas y cielos azules.


Estamos cerca de Pastrana así que le hacemos una visita para tomarnos un refresco y descansar un poco.


Hay montada una carpa gigante que se ha comido literalmente la Plaza de la Hora y tenemos que tomarnos las cervezas al pie del Palacio Ducal.
Justo debajo del balcón, desde el que se cuenta, que la Princesa de Eboli "echaba un ojo" al paisaje durante su encierro.


Nosotros también echamos un vistazo desde este balcón natural.




Volvemos a las motos, que las teníamos un poco olvidadas, y seguimos recorriendo solitarias carreteras por esta zona de la Alcarria.


Aprovecho algún tramo aburrido entre dos curvas para retratar a Pablo sobre su Honda.


Y la carretera se termina para dar paso a la aventura.


Cruzamos un olvidado puente de piedra sobre el río Tajo. 


Nos dieron ganas de bajar a mojarnos los pies o cambiar nuestras motos por unas piraguas y remar un poco.



Aguantamos la tentación porque con estos modelos de traje de baño no íbamos a llegar muy lejos.


Nuestro espíritu aventurero no nos lo iba a parar una triste señal de tráfico.


Seguimos adelante como valientes, pero sin quitarnos el casco en ningún momento, la seguridad ante todo.


No se si estos cascos están homologados para aguantar la caída de una pared de piedra de este tamaño.

-¡¡No hables muy alto, no vayas a provocar un desprendimiento!!


Por lo que pudimos comprobar, los techos de esta montaña necesitan una reforma urgentemente.


Para relajarnos de tanta tensión hicimos otra parada en Sacedón y escuchamos la música, en forma de cerveza fresquita, que salía de este grifo en forma de saxofón.


No todo iban a ser curvas en esta ruta mañanera, también tiene que haber un momento de relax.


Y nos relajamos tanto que casi se nos hizo la hora de comer así que cogimos las motos y fuimos a un lugar que a Pablo le trae muchos recuerdos de sus tiempos mozos.

Buscamos una sombra para dejar nuestras motos en la Plaza de Alcocer, junto a Casa Goyo.


Y antes de sentarnos a comer hicimos una ruta turística por el pueblo para ver la Iglesia de la Asunción, también conocida como la Catedral de la Alcarria por sus dimensiones e importancia.




Del mismo tamaño que la catedral fueron los platos que nos comimos en Casa Goyo. Y como no queremos que nos llamen la atención por dejar restos en los platos, pudimos incluso con los postres.


Sabíamos que de aquí no nos marcharíamos con hambre y acertamos.


Con un par de kilos más sobre las motos, iniciamos el regreso a casa, esta vez por la ruta más directa.


Solo me queda decir que la ruta motera fue genial y en buena compañía, no se puede pedir más.

Hasta la próxima.